Comenzar a andar con unas monedas para el cambio

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En medio de la crisis del actual modelo económico, surgen alternativas que hablan de una forma de gestión más humana.

Simulamos un recorrido por la geografía de las monedas locales del Estado español, a través de las experiencias de personas implicadas en las diversas iniciativas del momento.

Como las meigas, diferencias ‘haylas’, pero queremos poner el acento en lo común, al igual que resaltar las potencialidades de un proceso efervescente aunque minoritario, con algo menos de 5.000 usuarias en sus distintos nodos. De ahí que no distingamos procedencia de nuestras fuentes, si bien todas forman parte como personas promotoras, productoras y consumidoras del puma, del zoquito, del boniato y del resto de proyectos que tienen lugar en el seno de la economía solidaria.

KM. CERO, EMPEZAMOS A ANDAR

Atrás quedan otras experiencias que nos sirven de referente, como peldaños que nos impulsan en nuestra ruta, y que a lo largo de la historia han ido apareciendo para dar respuesta a necesidades que la moneda y la realidad nacional no eran capaces de cubrir: años ‘20 y ‘30 en EE UU o en Alemania, Canadá en los ‘80, Argentina durante el corralito… Partimos también con el referente en el Estado de monedas como el kas, de las redes de trueque de la década de los ‘80 y ‘90, con las que enlazan las primeras experiencias de esta nueva oleada: el zoquito en 2008, el eco de Monseny en 2009 y el eco de Tarragona.

– Buenas, quería sacarme la cartilla.

– ¿Sabes cómo funciona?

–Un poco, pero cuéntame mejor…

– Esto es una red de confianza, donde los miembros intercambian con una moneda que llamamos puma. No hemos creado moneda física, sino una cartilla donde reflejamos los intercambios, y los saldos van en positivo o negativo en función de si es una venta o una compra.

Éste es casi el único paso que hemos de dar si queremos comenzar a usar una moneda local. Junto a éste, tan solo pequeñas variaciones que, en función de las distintas realidades locales y de los grupos promotores, pueden ser necesarias para comenzar a funcionar. Entre éstas está la necesidad de registrarnos también como productoras y ofrecer aquellos bienes y servicios que tenemos en nuestro haber, abonar cierta cuota para el mantenimiento de la gestión, inscribirnos en la red o adherirnos a una carta de compromisos.

PRIMER PASO: ¿CÓMO ARRANCO?

Con cartilla o sin ella, digital o física/ analógica, ya podemos comenzar a usar nuestra moneda, a deslizarnos por esas primeras telas con las que se pretende tejer nuevas redes, “relaciones económicas igualitarias y basadas en el trabajo real”. Y es que, como informan la mayoría de promotores de estas monedas en sus cartas de presentación, se trata de una herramienta que no produce intereses y que no tiene sentido acumular: “Esto elimina la posibilidad de especular con ella y facilita una alta rotación de la misma, aspecto que favorece los intercambios. En este sentido, nunca hay escasez de moneda, sino que existe tanta como riqueza o trabajo real existe”.

EO, ¿HAY ALGUIEN AHÍ?

Sedientas de seguir conociendo, proseguimos con nuestra ruta y hacemos un alto para hidratarnos con una cerveza de la región. Natural, ecológica, local, por tan sólo un puma y medio. La pagamos con los billetes de papel que hemos comprado a cambio de euros en el mercadillo del segundo sábado de cada mes o registrando en nuestra cartilla el intercambio realizado, restándonos una unidad y media al crédito que tenemos. En algunos proyectos se comienza de cero, en otros de 20 y en otros se reciben bonos con las compras, pero todos parten de una lógica similar: “El concepto básico de la moneda no es que pongamos en circulación un billete, sino que tenemos un sistema en el que la suma del saldo siempre es cero. Creamos la riqueza de la nada, porque todo lo que hay de negativo en una cuenta está de positivo en otra”.

YO TAMBIÉN PUEDO OFRECER

Caminar por sendas poco transitadas requiere un esfuerzo agotador. Por fortuna tenemos a nuestro alcance un masaje terapéutico, que en una hora y por 30 ecos nos deja como nuevas para seguir avanzando. Aprovechamos este descanso para compartir con un viandante las nociones de fotografía que tenemos y recargamos así nuestro crédito con 10 moras, además de poner en valor esos conocimientos que todas tenemos pero que no contemplamos como aporte porque la economía convencional ni siquiera los considera.

1+13-4+2… ¿CUÁNTO TENÍA YO?

Llevar la cuenta de estos intercambios no resulta difícil ya que casi todas estas monedas se sirven de un sistema de registro común: el Sistema de Intercambio Comunitario (CES por sus siglas en inglés), donde podemos no sólo consultar los servicios y productos que se demandan y ofertan, sino tener control de nuestro balance. Esto resulta importante para superar uno de los obstáculos que algunas usuarias vienen observando: el ofrecer servicios sin pedir nada a cambio, permaneciendo por tanto inactivas, algo que favorece un estancamiento de la economía. Se requiere “desaprender para poder aprender luego”, romper con el imaginario del que venimos, donde “nos han dicho desde peques que hay que ahorrar antes de gastar, lo que es correcto en monedas como el euro, basado en interés, para evitar esclavitud y dependencia, pero es casi mortal para monedas complementarias sin intereses”.

AL RICO INTERCAMBIO

Se trata por tanto de hacer mover la máquina, de repensarnos y ponernos en valor, algo que a veces sólo conseguimos gracias a los ejemplos y sugerencias de quienes nos rodean, para darnos cuenta de la cantidad de aportes que realizamos o podemos realizar al común.

Así, nos quedamos fascinadas al contemplar la multiplicidad de bienes a los que podemos acceder sin tener un solo euro en el bolsillo. En los diversos listados de servicios podemos encontrar, junto a ofrecimientos como el de “escuchar”, las siguientes ofertas y demandas: “Licenciada en derecho y especialista en resolución de conflictos y mediación, ofrezco orientación jurídica y extrajudicial para abordar un problema” (10 moras/hora)

“Fontanería. Calefacción. Gas. Energía solar térmica: para ACS, apoyo calefacción climatización piscina. Calderas de biomasa. Reciclaje de aguas pluviales. Formación y ponencias en los campos de fontanería y energía solar, con perspectiva en género” (5% del total en boniatos).

“Realización de diseños gráficos tales como folletos, carteles, mails, tarjetas, logotipos… (para trabajos de mayor desarrollo, webs, imágenes corporativas, consultar copones)”. “Me gustaría intercambiar algunos servicios que ofrezco por productos de alimentación, ya que estoy en paro y no tengo ni para comer. ¡Gracias!”. En este último caso, el ofrecimiento es directo, a modo de trueque, mientras que para amplificar la red de intercambios, la mayoría pasan por el tiempo o la moneda como divisa de cambio.

AY MARÍA, UN POQUÍN DE TEORÍA

Como cualquier herramienta, las monedas no son buenas ni malas, “por sí solas no son nada; es el diseño monetario el que favorece más unas maneras de hacer u otras”. Es por ello que, sin necesidad de hacer una tesis sobre la materia, sí puede sernos útil conocer ciertos preceptos de los que parten estas iniciativas (algunos más consensuados, otros más particulares), porque es desde esta comprensión desde donde podemos otorgar verdadero valor a las mismas y ser parte activa de este efervescente movimiento. Locales, sociales o complementarias; culturales, provisionales, transgresoras o parásitas; hay quienes opinan que “no es necesario complicarse la vida buscando diferencias específicas, porque cada nombre ha surgido en diferentes contextos, pero en esencia, a diferencia de las que se emiten por un sistema centralizado y lleno de problemas como el sistema monetario vigente, una moneda social, local, complementaria, comunitaria o paralela es aquella que circula con el propósito de atender aquellas necesidades que el dinero corriente no logra atender”.

Donde parece existir consenso es en la importancia de partir del sistema de crédito mutuo, donde, a diferencia de en el sistema fiduciario, el respaldo no viene dado en moneda nacional o en bienes o productos diversos, sino que “el respaldo está dado por la oferta de bienes disponibles para la compra con la moneda no corriente. Es decir, cada quien recibe crédito (por eso es mutuo) para emitir la moneda en el momento en que necesita pagar por algo y lo respalda con su oferta de bienes y servicios disponibles para los demás hasta por el valor de lo que llegue a pagar con ella”.

REVUELTAS PERO NO JUNTAS

A lo largo de la senda se respira el perfume de la idiosincrasia de cada lugar, desde el entendimiento de que es a partir de cada realidad particular desde donde mejor se puede dar cauce a las respectivas demandas y potencialidades. De este modo, se multiplican y replican experiencias en barrios o pueblos cercanos a otras ya existentes, aunque no se pretende integrar en las estructuras ya creadas sino potenciar la multiplicidad y especificidad. Pero igual que se mira desde lo más micro del trato cara a cara, desde la propia lógica de “fortalecer los lazos que unen a una comunidad”, también hay intentos para poder funcionar a partir de nuestras monedas locales desde los distintos rincones del territorio, con la idea constante de reforzar específicamente la economía regional y local.

MIRA ATRÁS PARA VER DELANTE

Piedra, hoyo, llano; bifurcación, cuesta, claro…Nos tomamos un respiro para pensar en los retos que tenemos por delante: ¿cómo superar la falta de productos básicos como es la comida en una ciudad (porque nadie dentro la produce) o la poca oferta de viviendas que pagar parcialmente con moneda social? ¿Cómo acercarlo a comercios convencionales? ¿Cómo incluir una perspectiva feminista, que no reproduzca una división sexual de bienes, servicios y tareas y politice la afectividad y los cuidados hacia la sostenibilidad humana de los proyectos?…

Son aún muchas las incógnitas que han de ser pensadas dentro de las diversas iniciativas de este efervescente movimiento. Según el enfoque podemos estar hablando de trabas y limitaciones o de “potencia y éxitos, porque los cuestionamientos surgen de la propia existencia, lo que ya de por sí es un logro; se trata, pues, de convertir los problemas en una riqueza.

ANTE LA SEQUÍA, PARTICIPAR

En la década de los 2000, los billetes Simec compitieron con el banco central italiano en su función monopolítisca, y en dos meses llegaron a circular Simecs por valor de 1.900.000 dólares. No es el Estado quien regula su funcionamiento, sino que en la comunidad se decide dar valor y respuesta a los trabajos y las necesidades de la misma. Estamos en el kilómetro diez. ¿Seguimos caminando?

¿Qué te aporta el uso de una moneda complementaria?

PRODUCTORA DE JABONES: “Por un lado refuerza el sentido de comunidad que ya va existiendo porque compartimos otras cosas en el barrio, y por otro lado la sensación de libertad, de poder hacer algo entre nosotros sin depender de organismos que lo gestionen. Sobre todo estás reforzando una alternativa social, una experiencia, que pretende tener un futuro más amplio”.

COMPRADORA DE PAN Y UN ANILLO: “Hoy, por ejemplo, me ha permitido deshacerme de cosas que no quería llevar a la casa nueva a la que me mudo. Como he vendido un pantalón he podido comprarme un anillo y pan sin gastarme ningún euro. Me permite liberarme de la tiranía del dinero y saber que puedo intercambiar lo que tengo y sé hacer por lo que tiene o sabe hacer otra gente. Lo veo como una cosa muy sana que me aporta mucho porque da una salida a proyectos creativos y diferentes que no tienen demasiado mercado, y personalmente prefiero comprarlo aquí que en una tienda cualquiera, que refuerza el sistema de siempre”.

 

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net