Fuente: http://www.larazon.es/
Marta M. Reca.
Con dinero, se puede comprar cualquier cosa. El principio del capitalismo está impreso en el elemento más determinante del desarrollo de las personas, su entorno. La diferencia en el casco histórico norte de Sevilla es que se puede hacer incluso con la cuenta a cero. Porque el «puma», la moneda social «de crédito mutuo» nacida hace un año, crece respaldada por la confianza de sus más de 600 usuarios.
Una tupida «red de apoyo» con la que «movilizas tus habilidades para cubrir tus necesidades». Lo dice Marcos, fundador y «sobrevividor» diario gracias a la economía alternativa –supone el 20% de sus gastos–. Licenciado en Psicología con ocho años de experiencia en el campo de la exclusión social, ha relativizado la tasa de paro que engrosa ocupando su tiempo en fomentar el decrecimiento –«vivir mejor con menos»– de su barrio.
Su economía no es sumergida, simplemente ruge. «Sin empleo no obtienes euros, pero sí pumas. Y con pumas puedes conseguir lo que quieras». En realidad, lo que ofrezcan los «pumeros»: habitación en piso compartido, noche 17 pumas; cuidado de niños, 5 pumas/hora; viaje en coche Sevilla-Huelva, 5 pumas; música en vivo, 75 pumas… la lista acaba en el blog del movimiento social, cuyo objetivo a medio plazo es rehabilitar la casa palacio de «El Pumarejo»; a largo, asentar un profundo cambio social. «Lo bonito –apunta Marcos– es que genera una cultura de la reciprocidad, incluso de la gratuidad. Lo crea la persona, dos se ponen de acuerdo y se anota en la cartilla (en positivo el que lo da, en negativo quien recibe). Es una creación de moneda totalmente distribuida, sin interés, no tiene sentido acumularla, al contrario que los ricos».
Los lunes es día de compra. Los bajos del centro social «El Pumarejo» bullen. Alimentos básicos como aceite de oliva, legumbres, pan, productos de limpieza e higiene, jabones… siempre ecológicos y suministrados por productores locales. Ésa es la base: recortar costes y fomentar la riqueza local. Aquí se paga íntegramente en pumas, aunque los usuarios y comercios adheridos acuerdan su porcentaje. Transacciones «vis a vis» sin más control que la propia conciencia. «Se han producido errores en las operaciones, pero no engaños», asegura Marcos. «Touché» para quienes yerran en libros de cuentas de más altas instancias: robar no es cuestión de lápiz y goma, sino de conciencia.
En mayo, Sevilla reunió a las alrededor de 70 monedas que siembran Andalucía y toda España, hasta un representante de Toulouse –donde tiene el apoyo del Ayuntamiento–. El «zoquito» de Jerez fue pionero; Maki, japonesa afincada en sus ideales, se trajo de la crisis de su país un concepto que cuenta con 180 adeptos en seis años. Tan social es que eliminaron el umbral de saldo negativo: «Si alguien lo necesita, tratamos de ayudarle, sin límite», mantiene. En siete meses ha culminado 250 intercambios. «Somos pocos, pero caminamos hacia la autosuficiencia». Los mismos pasos que siguen el «chokito», en Huelva; en el Aljarafe sevillano, la «jara»; en Alcalá de Guadaíra, la «pepa»; el «común» de Málaga o la «pita» almeriense. En Sanlúcar de Barrameda buscan nombre para su banca local, impresa mano a mano y con el grifo del crédito siempre abierto.
En Japón, el fin de la crisis supuso la desaparición de las monedas sociales. Maki quiere truncar ese desenlace. «Hemos desaprendido del capitalismo, éste es un cambio de manera de pensar, de relacionarse». Y el estudio «Observatorio Cetelem sobre Consumo Europeo 2013» respalda su augurio: más de la mitad de los consumidores optarán por el trueque –de objetos o experiencias– en el futuro.